De una entrevista inédita que me hicieron hace casi nueve años (actualicé, entre corchetes, algunos datos):
1-Dices que Laura Méndez de Cuenca llegó a componer hasta una zarzuela. ¿Sabes cómo se llama? Ese dato no lo conocía. ¿Conoces qué repercusión tuvo?
La zarzuela se titulaba “La ley del embudo” y estaba siendo musicalizada en 1900 por un cubano cuyo nombre no es mencionado en las notas periodísticas que hablan del hecho. Todo parece indicar que la pieza no se estrenó pues al final de 1901 doña Laura regresó a EU para radicar en Saint-Louis Missouri poco más de dos años, luego estuvo en México un tiempo y se embarcó rumbo a Europa en 1906 para no volver sino en 1910. En todo ese periodo no hay noticas sobre la zarzuela, lo que es una tristeza desde luego.
También hay noticias relativas a que escribió alguna pieza teatral (titulada “Hacia la dicha”, según Juan de Dios Peza), pero nada más: de esa obra tampoco tenemos vestigio alguno. Esto no es inusual; otras mujeres escribieron zarzuelas y piezas teatrales, pero de de esto sólo tenemos datos hemerográficos pues, o no se estrenaron las obras, o no llegaron a fijarse en una versión impresa.
2.-Escribes: «Es preciso añadir que tal columna jamás llevó por nombre ‘Impresiones de viaje’, como han insistido en llamarla varios comentaristas de su obra. Este dato me parece revelador. ¿Cómo llegas a esta conclusión? ¿Cómo es que los demás investigadores han atribuido ese nombre a la serie de artículos que ella escribió?
Uno de los mayores problemas relacionados con la historiografía literaria en torno a escritoras/es decimonónicas/os consiste en que hasta hace muy poco (un par de décadas, quizá), buena parte de quienes analizaban e interpretaban los textos lo hacían a partir de las ediciones contemporáneas, elaboradas en el siglo XX, y, por tanto, sin revisar directamente las fuentes originales del siglo XIX. Debido a ello, datos y errores de transcripción cometidos por colegas hace siete décadas se han reiterado una y otra vez. Tal es el caso de “impresiones de viaje”, calificativo que comenzó a usarse como nombre genérico para una serie de artículos de doña Laura Méndez publicados en El Imparcial, y se usó con un valor similar a las expresiones “retratos de viaje” o “estampas de viaje”. De ahí surgió la confusión, agrandada cuando aquello comenzó a mencionarse, sin sustento y de manera explícita, como título de los textos.
Lo que sí es cierto es que las colaboraciones remitidas a El Imparcial entre 1906 y 1910, llevaban por título “Desde Europa” o “Desde Berlín” (ciudad donde pasó la mayor parte de su tiempo). En ocasiones, la columna se presentó como “De Laura Méndez de Cuenca”, cosa que, desde luego, deja ver que muy probablemente quien “cabeceó” las colaboraciones fue la gente del diario y no la autora. De cualquier forma, lo de las “impresiones” nunca aparece en los títulos de los casi cien trabajos enviados por ella a México.
3-¿Tienes un libro publicado sobre Laura Méndez de Cuenca? ¿Estás preparando alguno?
He publicado algunos artículos en revistas académicas y en libros colectivos; elaboré asimismo dos prólogos: uno para El hogar mexicano, nociones de economía doméstica y otro para los artículos feministas de Méndez; aparecerán en sendos volúmenes de sus obras completas [Laura Méndez de Cuenca. Su herencia cultural, vol. 3, Siglo Veintiuno, 2010]. Además, tengo en preparación un estudio sobre escritoras mexicanas del siglo XIX [Una historia de zozobra y desconcierto. La recepción de las primeras escritoras profesionales en México (1867-1910), Gedisa: 2016], donde Laura Méndez ocupa un sitio primordial.
4-Derivado de tu experiencia al estudiar a la escritora, ¿podrías decir que ella sienta las bases del feminismo en México?
Es una de las primeras feministas mexicanas, en efecto. Y en este caso el término “feminista” no es un capricho nuestro, sino la constatación de un hecho: Méndez de Cuenca se reconocía en la palabra “feminismo”, la usaba y la interpretaba como un impulso de solidaridad entre mujeres educadas que deseaban para sí y para las no tan afortunadas, la oportunidad de elegir el rumbo de sus vidas. Lo expresó con absoluta claridad en sus artículos; por ejemplo en uno de 1907 donde indicó que las jóvenes de la clase media eran las más interesadas en “ser médicos, abogados, legisladores, y cuanto hay, en vez de muñecas de tocador”.
Pero también debe decirse que antes de ella había otras señoras con aspiraciones y búsquedas similares, de manera que no estaba sola; formaba parte de una generación de damas que habían pasado por las aulas de la República Restaurada y el Porfiriato, y eran herederas de otra que propugnaba por lo que entonces se denominó la “emancipación de la mujer”, una generación previa, representada sobre todo por la guerrerense Laureana Wright de Kleinhans, también escritora y periodista combativa.
5-¿Has leído el texto sobre Obregón, completo, que su momento publicó Laura Méndez de Cuenca? ¿Lo recuperaste?
Sí, he leído ese texto. Lo llamo “casi hagiográfico” porque Álvaro Obregón es presentado ahí con la perfección de un santo; para Méndez, hacia 1918 [o 1919] él representaba la vuelta al orden, a parámetros sociales claros y racionales: eso que no eran Villa –a quien consideró un delincuente- ni otros revolucionarios. En mis artículos he mencionado ese librito precisamente cuando refiero la producción “revolucionaria” de la autora, pero nada más; dado su corte más histórico que literario, no lo he analizado a fondo.
6-En el texto LMC: el Canon de la Vida Literaria Decimonónica Mexicana, págs 117 y 118, escribes: «No está de más observar que en todos esos casos la celebridad de la escritora tenía lugar en los terrenos de la poesía, nada más. Esa apreciación parcial continuó casi sin excepciones hasta la década de 1970». ¿Por qué das esa fecha? ¿Te refieres a la publicación de sus cuentos y su novela?
Sí, en 1928, año de muerte de Méndez, apareció Historia de la literatura mexicana, de Carlos González Peña, y a partir de ese momento en los volúmenes de historia únicamente se mencionó la poesía de la escritora y la crítica posrevolucionaria se olvidó de su prosa. El panorama cambió en 1983, cuando se reeditaron los cuentos de Simplezas, no publicados desde 1910, y con ello la crítica contemporánea se enteró de que aquella poetisa culta y correcta era también una narradora de calidad. Por eso señalo que la década de 1970 fue la última en la que sólo se habló de sus versos.
Por lo demás, la novela (El espejo de Amarilis) sólo se publicó en 1902 y no hay reimpresiones. Hoy, por fortuna, están en preparación dos ediciones, una en el Estado de México (donde Laura nació) y otra en Veracruz (donde radicó durante algún tiempo).
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