Texto leído en el homenaje al maestro Alí Chumacero, en el Palacio de Bellas Artes

Geney Beltrán, José Ángel Leyva, Leticia Romero Chumacero, José Asbún, José Francisco Conde, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Fotos: Twitter.

Texto leído el domingo 8 de julio de 2018 en el Palacio de Bellas Artes

Alza la noche el salmo del olvido

Uno

“Yo, pecador, a orillas de tus ojos / miro nacer la tempestad”. He leído esos dos versos muchas veces ante mis estudiantes universitarios y puedo dar testimonio del prodigio: la poesía evocadora, sugerente, erótica y memoriosa de Alí Chumacero, escrita hacia mediados del siglo pasado, es capaz de cautivar a muchachas y muchachos del siglo XXI.

Dos

Se trata de un prodigio, en efecto, pues dolorosamente suele campear en las aulas nacionales cierta impermeabilidad a la poesía (y a la lectura en general, por qué no decirlo). Minan el ánimo de los nuevos lectores las malas experiencias formativas, las lecturas impuestas, un vocabulario cada vez más exiguo y el temor a exhibir emociones a flor de piel dentro del augusto recinto escolar.

Por eso, antes de explicar a qué corriente literaria perteneció este autor o aquel, antes de formular juicio alguno sobre su obra creativa, o de enlistar los premios a los que ha sido acreedor, “antes, antes, muy antes”, como diría don Alí, inauguro mis clases de cada semestre con la lectura de poemas. Lo hago, por ejemplo, con uno que incluye estos versos:

“Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada

en la dolida playa de mi cuerpo;

olas que en mí desnúdanse como alas,

hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,

cuando al sentirme junto a tu desnudo

se ilumina la forma de mi cuerpo.”

La respuesta es contundente: los jóvenes, de inmediato, piden más poemas que les presenten, en trazos así de contundentes, lo que están sintiendo y pensando acerca del erotismo, de la vida y de la muerte.

Tres

Es conmovedora la reacción de quienes identifican el dolor de la separación amorosa cuando escuchan por vez primera la palabra de un poeta nayarita que supo expresarla en términos tan asequibles y reconocibles como vívidos. Es el caso de versos como éstos:

“hallo sólo tinieblas

y empiezo a caminar por dentro de mi cuerpo,

y aquí te palpo y me maldigo

porque vuelves a ser, pero en recuerdo.”

Las llagas del amor, reveladas por el poeta, reverberan con hondura en mis estudiantes, en sus corazones lozanos, en sus pieles vigorosas. Los versos los guían en un camino emocional de éxtasis y abatimiento que recorrerán varias veces a lo largo de su vida, pero que por ahora es una novedad que están aprendiendo a nombrar. Una de las vertientes de ese descubrimiento es la tocante al duelo amoroso, proclamado en versos abatidos, como éstos: “porque ya que pensarte en mí no puedo, / dejo olvidado en ti mi pensamiento”; o en estos otros, casi sacrificiales: “En ti mis ojos dejarán su mundo, / a tu llorar confiados”. Y el duelo amoroso conduce, además, hacia la primicia de una sentencia implacable, acuñada en otro poema, donde Chumacero afirmó: “Más crueles que el amor, el tiempo y el olvido”.

Así es como un poeta logra una comunión con generaciones novísimas, a través de la enunciación de procesos que no por comunes son menos emocionantes para quien los experimenta por vez primera. La poesía de Alí Chumacero, en ese sentido, ilumina territorios dolientes, les da un sentido, los torna entrañables aún en medio de la congoja. La poesía es una señal en medio del camino.

Cuatro

Pero la vena poética de don Alí también incluye entre sus coordenadas la esperanza. Los jóvenes lectores la atesoran porque la necesitan antes de aceptar el reto de amar después de una ruptura y sus consecuencias. Es entonces cuando recorren con fruición pasajes como éste:

“Mas el tiempo disipa nuestras sombras,

y habré de ser el hombre sin retorno,

amante de un cadáver en la memoria vivo.

Entonces te hallaré de nuevo en otros cuerpos.”

Y, convencidos de que lo vivido, lo saboreado, lo compartido con la persona amada ha dejado huella en ambos amantes, se envalentonan y exigen un justo reconocimiento a su contribución, a su franco protagonismo, en una historia ajena:

“Sola, comprenderás mi fe desvanecida,

el pavor de mirar siempre el vacío

y gemirás amarga cuando sientas que eres

cristiana sepultura de mi desolación.

Fiesta de Pascua, en el desierto inmenso

añorarás la tempestad.”

Aquí, el poeta es Virgilio conduciendo a Dante por los círculos del Infierno: por sus significados, oscuridades y salidas. El poeta, guía de la tribu, distingue los caminos, los recorre y da cuenta de ellos. Sus lectores, aún si jóvenes en extremo (algunos nacieron ya en el siglo XXI), no pueden menos que atenderlo, porque lo encuentran actual, vigentísimo, colega de amores consumados o no.

Cinco

Un amigo mío, poeta y profesor universitario, me dijo alguna vez que no aspira a ser recordado por sus versos, sino a que por lo menos uno de sus versos logre perdurar en la memoria de los lectores: “que el poema y no el nombre del autor llegue a la tradición”, me dijo.

Esta tarde puedo asegurarles que hay poemas de Alí Chumacero capaces de perdurar en la memoria de sus lectores, más allá de los estudios especializados y las ponencias eruditas (que no se desdeñan, desde luego, pero suelen dirigirse a un círculo muy reducido). Por eso, sé que si escribo en el pizarrón de mi aula “Decir amor es recordar tu nombre, / el ruiseñor que habita tu mirada”, sé que habrá preguntas ansiosas (¿qué poema es ése?, ¿quién es el autor?, ¿cuándo lo escribió?, ¿a quién se lo dedicó?) y sé que habrá estudiantes escribiendo esos versos en sus cuadernos, en sus lap tops, en sus teléfonos celulares, para repasarlos con fruición porque para ellos poseen una vigencia clara, evidente. Sé, también, que esos versos serán usados más tarde para decirle a alguien eso que de otra forma no sería posible.

También a mí me resultan de gozosa utilidad los versos de Alí Chumacero para expresar lo que ocurre cuando los jóvenes se acercan a su poesía. Por eso, ahora lo parafraseo para concluir afirmando que traer la poesía de Chumacero a las aulas habitadas por jóvenes del siglo XXI es una labor emocionante y fructífera, pues “a orillas de [sus] ojos / miro nacer la tempestad”.

Leticia Romero Chumacero

Palacio de Bellas Artes, 8 de julio de 2018

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Nota en 20 Minutos: https://www.20minutos.com.mx/noticia/392689/0/recuerdan-a-ali-chumacero-en-bellas-artes-a-100-anos-de-su-natalicio/