Presentación de libro en Morelia: «Todo y siempre, casi y quizás» (Teatro Ocampo, de Morelia)

todo y quizás

He tenido el gusto de formar parte del público en funciones con teatro lleno, pero nunca me había tocado estar en el escenario. Carlos Rojas Martínez, Caliche Caroma, poeta radicado en Morelia, me invitó a presentar su libro Todo y siempre, casi y quizás, ilustrado por Sebastian (así, sin acento) Portillo. En la mesa nos acompañaron Blanca Villalpando (Morelia), Alí Torruco García (Irapuato), Sergio Camacho (Morelia), Juan Carlos Trejo (defeño afincado en Morelia) y María Colombo (artista argentina que envió un video desde EU).

La presentación formó parte de los festejos por el aniversario de un programa radial irreverente y sabroso, dirigido por Trejo: «Decibel» (1370 de AM de Radio Nicolaíta). Debido a ello, antes de nuestra participación ocuparon el escenario grupos musicales y teatrales: Matotumba (Puerto Rico), Habish (Puerto Rico), Es-3-Arte (Morelia)… Todo, con aforo total en el histórico teatro Ocampo, de la capital michoacana.

A continuación, lo que leí:

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Lo de siempre; bueno, casi

Decir que Todo y siempre, casi y quizás es literatura sobre lo cotidiano, es decir poco; es acudir a la descripción tranquilizante de quien, luego de sentirse sacudido por imágenes incisivas y cargadas de cierta pesadumbre, cierra el libro incómodo y se siente capaz de pasar a otra cosa. También sería un lugar común afirmar que Carlos Rojas Martínez, Caliche Caroma, apela a la mera provocación, como tantos jóvenes que creen descubrir el hilo negro cuando escupen al lector un vocabulario de criatura malcriada.

No, lo de Caliche es un minucioso e intenso periplo por lo habitual, lo de siempre, pero mirado desde la conciencia atrevida, impúdica, de quien lo resignifica porque llama a las cosas por su nombre. Y es así como desacraliza las ceremonias literarias de elogios mutuos, las buenas intenciones de los revolucionarios feisbuqueros y la ceremonia del besamanos político de la que no escapan los escritores que más critican al sistema del que viven.

Sin aspavientos, sin excesos, trastorna nuestra percepción de lo habitual a través de poemas que son como ensayos, ensayos que son como cuentos, cuentos que suenan a poesía. Lo nombrado no sabe de límites en materia de género literario o de estructuras predeterminadas. Justamente esos límites y esas estructuras son las que obnubilan el panorama rutinario que Caliche ve desde otra parte, para devolverle interés.

Porque, en efecto, hablar de burócratas, de poetas, del salón de clases, de ligues, sonidos callejeros, redes sociales, basura, gatos y perros, es hablar del día a día. Salvo que detener la mirada en ello, atenderlo como quien interroga sin recato a una tradición, lo coloca en una esfera donde caben las grietas significativas: esas desviaciones de sentido que construyen literatura a fuerza de renovar la palabra.

En lo más ordinario hay de todo

La vida, la muerte y el amor, son los grandes temas abordados por el arte, se dice. Caliche Caroma los pepena aquí y allá; igual en el escenario desolado donde un espejo constituye toda posesión, que en las manifestaciones contra los profesores normalistas o en una suerte de manifiesto contra los simuladores de la literatura. En cualquier lado le es posible hallar los artículos de lujo para [sus] epigramas.

¿Qué es la vida?, ¿qué la muerte?, ¿qué el amor? La filosofía que busca respuestas haría bien en contemplar las plazas habitadas por perros o las azoteas, territorio de gatos:

 

Maúlla gato maúlla

la curiosidad no te mató

fue esa puta costumbre de la vida

 

envenenado

atropellado

despedazado por perros

qué más da

 

gatuna rutina la tuya

comer

dormir

y el salvaje sexo

gato

justo lo que buscamos los humanos

 

cadente

sensual

por el mundo

que es la azotea

 

festejo tu muerte gato

no perseguiste quedarte

entre ratas tan grandes

lamiste y te fuiste

 

¿vendrá otro gato a reemplazarte?

 

El gato, de pronto, adquiere una hondura difícil de atisbar cuando el hábito ha metido las manos en nuestra percepción de realidades. Y el lenguaje, ese paraje tan proclive a caer en lo rutinario, también es capaz de estallar transfigurado cuando la curación religiosa ostensible en la frase una palabra tuya bastará para sanarme, es reformulada desde otro ángulo: Un balazo bastará para sanarme. Gato y oración, son otros. En Todo y siempre, casi y quizás, se apela al objeto medular de la literatura: recrear el mundo con palabras que se rebelan a su destino de vehículo desgastado. Ha finalizado el tiempo de los sinónimos que se rebelan, / quieren ser auténticos.

 

Redimir el absurdo: crear sentido

Una de las virtudes de Todo y siempre consiste en exhibir la simulación de todo aquello que pretende ocultar el carácter absurdo de la vida. Ahí están el gusano burocrático, la impostura de los poetas encorbatados, los valientes redentores de menesterosos desde la comodidad de una pantalla de computadora. Meros simulacros de trabajo, arte y bondad, que sobreviven al hacer de las palabras un artículo capaz de falsificar el entorno. De ahí que Caliche afirme sin pretensión: He aprendido más en el transporte público que en la escuela.

Otra de las virtudes del libro (porque de alguna manera hay que llamar a esos verosímiles atisbos de verdad), es la construcción de sentido a través del Otro, de la Otra, por la vía del amor en su sentido más amplio. Así es, porque, pese a la diatriba contra aquellos cuya existencia corre por un camino distinto al de su discurso, el poeta celebra la vida cuando afirma Mi árbol, aunque dé frutos envenenados, es feliz. Vida es, aquí, traficar con sueños en pos de la presencia amada, esa gota de agua cayendo en el vidrio de la tarde; o en pos de quienes mediante la palabra han facturado sus derroteros más dignos y sinceros. Para ellos, la comunicación es de otro cuño, siendo posible postular sin desdoro que las bibliotecas públicas tienen que ser burdeles del saber.

En efecto, pues también la literatura puede ser algo más que alimento de volúmenes polvosos, para actualizarse como testimonio de otros modos de ver:

 

Demetrio Macías, antihéroe revolucionario que gritaba:

¡A los de abajo, denle a los de abajo!,

y el Burro Pensante que fue apedreado

en el capítulo XXII de El ingenioso hidalgo

don Quijote de la Mancha,

pueden pasar al departamento de recuerdos,

ya están sus encargos.

Favor de comunicar este anuncio.

 

Desacralizar(se), exhibir(se), examinar(se). Eso se logra en un volumen tan lúdico como serio, tan puntilloso como autocrítico. Acaso pensando en ello, su autor apuesta a que la posteridad [lo] reviva con el insulto. Atendiendo la ironía de tal masoquismo, yo le digo: que así sea, Carlos.

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* Información sobre el libro en Silabario.com: http://www.silabario.com.mx/todo-y-siempre-casi-y-quizas-con-algo-de-prisa/

* Nota en La Jornada Michoacán: http://www.lajornadamichoacan.com.mx/2014/08/28/todo-y-siempre-casi-y-quizas-un-libro-con-el-que-se-busca-transgredir-generos/